Migue acaba de cumplir 7 añitos. Su madre, Cristina, bajaría por él las estrellas del cielo una a una. Así se lo cuenta a Migue en la maravillosa carta que le ha escrito. ¡Es un texto precioso que comparto con todos vosotros!
LO QUE APRENDO DE TI, por Cristina Ruiz.
Cuando naciste fue uno de los momentos más bonitos de nuestra vida. ¡Cuánto tiempo esperándote! Toda la familia y amigos te recibimos como te merecías, con amor y gran alegría. Yo te miraba, te abrazaba y sólo podía pensar en lo maravillosa que era la vida. Ahí ya comencé a aprender como todas las madres lo que era el amor a un hijo y, más tarde, lo que era la dedicación exclusiva. Un recién nacido es una prueba de cariño, pero también de paciencia.
Todo evolucionaba más o menos según lo esperado hasta que a los dos años y medio nos dijeron que algo no iba bien. Comenzamos las pruebas, las visitas al médico…. Ahí aprendimos lo que era la incertidumbre, la angustia, el miedo. Finalmente, con el diagnóstico aprendimos lo que es el dolor más absoluto. Cualquier padre o madre puede comprenderme.
El dolor de que le pase algo a un hijo tuyo supera lo imaginable; la oscuridad y el desamparo son absolutos (¿qué os voy a contar…?). Entiendes que el dolor físico JAMÁS podrá alcanzar al dolor por amor. Y ahí comienzas de verdad el aprendizaje.
LO QUE APRENDO DE TI, por Cristina Ruiz.
Cuando naciste fue uno de los momentos más bonitos de nuestra vida. ¡Cuánto tiempo esperándote! Toda la familia y amigos te recibimos como te merecías, con amor y gran alegría. Yo te miraba, te abrazaba y sólo podía pensar en lo maravillosa que era la vida. Ahí ya comencé a aprender como todas las madres lo que era el amor a un hijo y, más tarde, lo que era la dedicación exclusiva. Un recién nacido es una prueba de cariño, pero también de paciencia.
Todo evolucionaba más o menos según lo esperado hasta que a los dos años y medio nos dijeron que algo no iba bien. Comenzamos las pruebas, las visitas al médico…. Ahí aprendimos lo que era la incertidumbre, la angustia, el miedo. Finalmente, con el diagnóstico aprendimos lo que es el dolor más absoluto. Cualquier padre o madre puede comprenderme.
El dolor de que le pase algo a un hijo tuyo supera lo imaginable; la oscuridad y el desamparo son absolutos (¿qué os voy a contar…?). Entiendes que el dolor físico JAMÁS podrá alcanzar al dolor por amor. Y ahí comienzas de verdad el aprendizaje.